martes, 15 de julio de 2008

Un edificio como instrumento musical

David Byrne, cantante de Talking Heads, ha montado una instalación en la que conecta un órgano a varias partes de un edificio entero, con el que se pueden accionar tuberías, timbres...

Si a alguien le interesa un buen video más explicativo, de 10 minutos, que pinche aquí.
La versión reducida:



Visto en 'Yo hago música'.

4 comentarios:

Óscar dijo...

Lo vi hace tiempo, es chulísimo... aunque dispuestos a rizar el rizo, Llorenç Barber se lleva la palma en sus "conciertos de ciudad", en los que concibe a la ciudad como un enorme instrumento musical, con sus campanarios, sirenas, etc., y coordinando a multitud de gente. Los que hemos asistido a un concierto de ese tipo lo vivimos como un acontecimiento muy especial...
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hola, he llegado aquí por casualidad y me gusta tu blog. Respecto a lo que ha hecho David Byrne personalmente me parece una grandísima tontería. Es decir como persona sensible que me considero y puedo apreciar el arte en cualquiera de sus conceptos... creo que este hombre pierde un poco la perspectiva, esta chulo lo del edificio musical, pero conectarlo todo a un "piano" me parece absurdo, porque deja de ser un edificio musical para convertirse en un piano musical con elementos de un edificio.

Un beso.

Karrajo dijo...

Oscar: qué grande Llorenç Barber, gracias por descubrírmelo.

Whitegandalfa: gracias por pasarte por aquí. Y muy bien que crees algo de polémica con tu opinión; yo supongo que lo de cogerlo a un teclado de piano es por comodidad, o por tradición, y me recuerda quizás al concepto de los primeros sintetizadores, que hacían sonidos electrónicos, y que se insertaron como instrumentos con teclado (similar al del piano). Es decir, sonidos que no eran originales de piano, emitidos por un instrumento parecido al piano. Creo que hubo una polémica similar.

Yo de todas formas, ni lo ataco ni lo defiendo, simplemente me ha resultado suficientemente curioso, y da que pensar.

Fer Nando dijo...

El otro día, caminando y haciendo sonar las protecciones metálicas de las calle del pueblito en el que vivo, se me ocurrió algo parecido. No reclamé ante mi mismo la originalidad de la autoría, porque, como siempre, sabía que no había nada nuevo bajo el sol dentro de mi cabecita.